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lunes, 8 de enero de 2018

Demorado

Séptimo año de una antojadiza antología de la poesía de todos los tiempos, seleccionada por el escritor Quique de Lucio. Esta pretende ser una antología cuyo sentido radica en la actividad del lector, en su lectura que organiza los textos como un proyecto de su propia aventura y goce creadores. Difundiendo a más de 2.500 escritores, respetando el derecho de autor.





Publicación N° 1.909-




                                                                                                                       Antonio Gutiérrez Turrión

Poeta, novelista y ensayista español, nacido en Valero de la Sierra, Salamanca, en 1950. Catedrático de Literatura del I.E.S. Ramón Olleros de Béjar. Ha publicado los poemarios: "De ser y estar", "Diario de la tarde", "Brindis al sol", etc. Una novela autobiográfica: "El manantial sonoro". Colaborador durante muchos años en prensa, en su columna "Al sur", ha participado en diversas obras colectivas y conserva seis obras poéticas inéditas. Llevan su firma diversos trabajos de investigación lingüística y literaria publicados en España,  y traducidos, en otros países de Europa.


                                                                                                 "contemplo mis arrugas
                                                                                                   en la tarde y observo
                                                                                                   que al resguardo de sus surcos
                                                                                                   se acunan muchas horas de despojos"












DEMORADO

Me he demorado en el perfil del aire,
como aguardando de tu aroma el paso.
Después he suspirado
por una imagen rosa de tu cara.
Me conformé más tarde
con presentir el tacto de tus manos.
Por fin tuve en mis ojos la certeza
de tu cuerpo ocupando un blando espacio.

Me demoré otra vez
en el perfil del aire,
aguardando tu marcha,
para quedarme sólo
con tu imagen soñada.-


***

Mis dedos son largos esta tarde,
son casi interminables,
testigos infinitos de mi vida.
Con ellos escribí mi primer verso,
desdibujé las formas de las cosas,
toqué el fuego sagrado
de los seres que he amado.
A veces señalé el árbol maldito
de la fruta prohibida,
y a veces con mis dedos
dejé sonar el canto de la melancolía.

Todo se encuentra en estos surcos
que soportan mis huesos.
Mis surcos, mis arrugas:
mi vida en apacible sementera.-


***

En esta tarde lenta y calurosa
me habita una existencia desvaída.
Las cinco en el reloj
del patio de mi casa. Unos niños
se agrupan a la sombra,
sin consciencia del tiempo;
a mí me llama el frío y la tristeza
me ocupa lentamene
desde la noche aquella de tu ausencia.

Te fuiste tan de prisa,
sin avisar siquiera:
-tal vez aquel amago
de no admitir con calma la frecura
del agua en aquel cuerpo,
exhausto de sudores,
debió haberme advertido
de la exacta intención de despedirte-.

Debí haber preparado
la soledad futura
de las tardes sin ti,
acaso como esta en que me siento
densamente poblado con tu ausencia.


***

Un viernes ceniciento.
El azar me sorprende
en un silencio oscuro,
mirando, entre la niebla,
la aparición constante de la lluvia.

Todo fluye del centro de la nada,
en una densidad desconcertante.
Del fondo del pasillo
emerge tu figura, que se afirma
al compás impreciso de tus pasos.

Es viernes. Embarcamos
en el tren de la niebla.
Recorrido previsto:
estaciones confusas
de otro fin de semana.-


***

Tuve mi primer roce
contra tu vientre verde y pedregoso,
hecha luz la pizarra cara al cielo
y detenido el tiempo
en la tenaz corteza de la encina.

Era de amanecida, en los contornos
imprecisos y tenues, cuando el alba
se anuncia entre senderos luminosos.

Los pasos silenciosos de una fuerza
gastada me soltaron
a convivir con los cimientos pardos
de la raíz y la piedra,
al lado del camino
que conduce hasta el agua
y pierde los confines
más allá de los ecos de las nubes.

¡Qué sensación de intruso,
de ser ocasional entre la encina,
al lado de la jara, dibujando
el contorno del eco prolongado
del jabalí y del búho! las palomas
dibujaron un cielo de ternura
cuando vieron mi cuerpo a la intemperie,
desdibujado y torpe,
cargado de repente
con las gruesas cadenas
del tiempo y del espacio,
viajero desvalido, sin billete
hasta estación ninguna del camino.

Pero la jara eterna
y el sabor infinito a la encina
renovaron sus hojas y sus mieles,
las abejas vinieron
a libarlas
y a ofrecerme sus frutos,
a entregarme sus leyes
y a acogerme en sus brazos.

El eco de los ecos de la vida
resonaba feliz en la ladera,
matriz de la ceniza y de la nada.-




                                                                                                               Antonio Gutiérrez Turrión






Imágenes: Pinturas de  Mary Carlton  (contemporánea)








quiquedelucio@gmail.com





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